domingo, 16 de octubre de 2011

Vacacionesssssssss


[Aviso a navegantes, es largo, pero os tenía abandonados y luego me pedís que os cuente cosas de por aquí así que nadie obliga a leer... :P]

Y por fin llegó el primer fin de semana libre y largo en condiciones y la primera aventura fuera de las fronteras de Bangalore. Temíamos llegar tomando antibióticos todavía, porque me ha mirado un tuerto y llevo 3 semanas pachucha (la última esta semana con gastroenteritis y retortijones horribles...)
Pues eso, miércoles salimos del curro y aeropuerto!! Llegamos a Bombai y es otro imaginario totalmente distinto. Es noche cerrada, pero es Dasera (más festivales, y tiro porque me toca, que la semana que viene también) y la ciudad no duerme. Nos subimos en un taxi años 40 por lo menos y vamos pa'allá (he intentado saber de qué año son los taxis sin éxito). 
Bombai eran 7 islas (si no me equivoco) convertidas en península (investigad cómo que si no esto se hace demasiado largo...) y nuestro hostal estaba para abajo. Ahora se llama Mumbai porque el nacionalismo está en todas partes y quieren recuperar su identidad (con atentados y luchas religiosas incluidos), aunque han puesto algunos nombres impronunciables. Regueros de paisanos con montones de hojas sobre las testas (después supimos que en este festival te dan una hoja y te desean happy dasera, aunque aún no sé muy bien el significado, algo relacionado con un dios fijo), muchos colores, mucha música y primeras impresiones de la ciudad. Y un sidecar!!!

Con esta impresión, el grupo se divide y Ale y yo partimos en tren (primera experiencia ferroviaria para Ale en India, con un mar de gente durmiendo en la estación y muchos contrastes, que os cuente ella) hacia Ajara y Ellora, dos emplazamientos cuevísticos patrimonio de la humanidad la mar de interesantes que a una que yo me sé le hubieran encantado :P.  Nos recoge Ganesha (como el dios de la festividad anterior), un chavalito de 21 años super esmirriado que sería nuestro taxista durante día y medio y nos vamos para el primer lugar. Nos esperaban unas 30 cuevas budistas en la ladera de un mini valle. Por supuesto nada más llegar hicimos un amigo que nos ayudaba en todo con la esperanza de que a la vuelta pasáramos por su tienda. Entre cuevas, monos, solipán y fotos (fuimos un poco la atracción turística también) se nos pasa el día y nos vamos a la ciudad en busca de alojamiento. [en la foto no se nota, pero la cabeza del buda era casi tan larga como yo]

Por el camino, nuestro amigo taxista nos invita a un chai en un pueblecito de carretera y nos llevamos unas sonrisas blancas y unas cuantas miradas de curiosidad. En la ciudad vamos al albergue juvenil más decrépito que he visto nunca y cruzamos los dedos para que hubiera sitio en otro lugar y no tuviéramos que acabar allí :S Hubo suerte y después de dejar los trastos decidimos ir a la feria en honor a una diosa, no me pregunteis cuál. Cuatro norias, mercadillo y un puñado de gente increíble. Empezamos a caminar y por allí no había rastro de turista y sí montones y montones de gente. Después de un rato de agobio, había que volver y entre la multitud alguno que otro aprovechaba para estirar la mano hacia donde no debía. Pero como hay buena gente en todos lados, unos chicos vinieron a nuestro rescate y nos sacaron por el camino más rápido.

Día dos y más cuevas. Primero nos pegamos una buena caminata a un fuerte supuestamente invencible que habían derrocado unas cuantas veces y más solipán y más fotos (aquí está muy bien visto y envidiado ser taaaan blanca, nadie me dice que a ver si me da un poco el sol). Luego cuevas, esta vez no solo budistas, si no también hinduistas y jainistas, parece que se respetaron y en lugar de destruir las de otros y montar su chiringuito, hicieron nuevas. Y otro amigo, a este le compramos que nos cayó mu bien. 


Pero al final tanta cueva cansa y teníamos que volver a Bombai, así que para la estación de tren en la que nos hicimos amigos de unos chiquillos mu majetes y otra palicita en tren, teniendo que hacer chanchullos para quedarnos en el mismo vagón.

Reencuentro en la city por la mañana y a descubrir sus recovecos. Más solipán y montón de humedad, así que a beber agua y agua. Si no fuera por la termperatura y el solipán parecería que estuviéramos en Europa, en una mezcla de Oporto (por lo decadente) y Liverpool por lo colonial e inglés. Se nos une Ercole, amigo del novio de Ale y a pasear, descansando a cada rato en algún sitio con aire acondicionado para no derretirnos.






Para que se notase que seguíamos en la India, nos metimos por unas callejuelas, compramos una flor de loto y nos integramos en la cultura de visitar templos y comprar souvenirs a lo local. Este dios sí que me acuerdo (porque lo apunté) que se llamaba Mahlaxmi aunque ya lo que se le pedía...


Por fin bajó el sol y la playa se llena de gente paseando y cenando. Lo de meter los pies mejor no, no vaya a ser que te salgan un par de dedos en los pies de más.. Ale tiene fiebre y la dejamos en el hostal para irnos a cenar y de compras! Se nos dió bien el regateo así que empieza a haber regalos de Navidad y modelitos nuevos, jeje.
Se suponía que íbamos a ir de fiesta porque allí hay más ambiente y más horario, pero con los festivales a veces pasa que no venden alcohol y adivinad quiénes aterrizaron en la ciudad en uno de los 4 únicos dry day del año... así que seguimos siendo buenas y a dormir.

Buenos días y buenas chinches para Olaia (que yo me traje para acá y me picaron al día siguiente, para seguir con el mal de ojo). Como el hostal era barato decidimos pegarnos un desayuno de campeonas y más turisteo y mercadeo.

Otro viaje en taxi cociéndonos y de vuelta a una lluviosa Bangalore y de nuevo a la realidad de exámenes, clases y la lucha diaria, con la lucha añadida de la cuarentena por las chinches con limpieza en profundidad y lavandería masiva.
Pero bueno, en cinco días nos toca Rajastán y no nos podemos quejar!


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